Alan Rusbridger |
"Ahora se ha hecho público.
La amenaza al periodismo es real"
En un artículo que comienza relatando los promenores del caso, pasa a aportar un breve y revelador relato de su experiencia personal con estas amenazas:
"Hace poco más de dos meses un muy alto funcionario del gobierno se puso en contacto conmigo diciendo que representaba al Primer Ministro. De ahí surgieron dos reuniones en las que reclamó la devolución o la destrucción de todo el material sobre el que estábamos trabajando. El tono era de acero, aunque cordial, pero había una amenaza implícita que daba a entender que otros en el gobierno y en Whitehall favorecían un tratamiento mucho más draconiano.
El ánimo se endureció hace poco mas de un mes, cuando recibí una llamada desde el centro del gobierno que me decía: "Ya se han divertido. Ahora queremos nuestro material de vuelta." De ahí siguieron más reuniones con oscuras figuras de Whitehall. La reclamación era la misma: devolver el material de Snowden o destruirlo. Expliqué que no podríamos investigar ni informar sobre este asunto si accedíamos a su petición. El hombre de Whitehall parecía perplejo. "Ya han tenido su debate. No hay necesidad de escribir más."
En una de estas reuniones pregunté directamente si el gobierno tenía la intención de detener nuestro trabajo por alguna vía legal -acudiendo a los tribunales para forzar la renuncia al material sobre el que trabajábamos. El funcionario lo confirmó, de no acceder a su entrega o destrucción, esta ciertamente sería su intención. La censura previa, casi imposible en Estados Unidos, estaba ahora explicitamente sobre la mesa en el Reino Unido. Pero mi experiencia con el material de Wikileaks me había preparado para este momento. Expliqué al hombre de Whitehall la naturaleza de las colaboraciones internacionales y la manera en que las organizaciones de prensa, hoy en día, pueden aprovecharse de entornos legales muy permisivos. Dicho sin rodeos, no necesitamos realizar nuestro trabajo en Londres. La mayoría de las historias sobre la NSA son redactadas y editadas fuera de Nueva York. Y ¿habían pensado que Greenwald vive en Brasil?
El hombre no movió un pelo. Y así, uno de los momentos mas extraños en la larga historia de The Guardian, tuvo lugar, en el que dos expertos en seguridad del Cuartel General de Comunicaciones del Gobierno [GCHQ - incluido en las flitraciones de Snowden], supervisaban la destrucción de discos duros en el almacén de The Guardian para asegurarse que no quedaba nada en aquellos fragmentos de metal retorcido que fuera de interés a posibles agentes chinos que pasasen por ahí. "Podemos retirar los helicópteros negros," bromeó uno de ellos mientras barríamos los restos de un MacBook Pro.
Whitehall estaba satisfecho, pero quedó la impresión de un peculiar despliegue de simbolismo sin sentido que nada entendía de la era digital. Seguiremos con nuestro meticuloso y paciente periodismo en torno a los documentos de Snowden, simplemente no lo haremos en Londres. Requisar el portátil, teléfonos, discos duros y la cámara de Miranda tampoco tendrá mucho efecto sobre el trabajo de Greenwald."
Por otro lado, Reuters informa que un funcionario de seguridad estadounidense dijo a la agencia de noticias que uno de los objetivos principales del gobierno británico al detener e interrogar a David Miranda fue enviar el mensaje a todos los receptores de material de Snowden, incluido The Guardian, que el gobierno británico se toma en serio el intentar detener las filtraciones.
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