Portada de NYT Magazine con Laura Poitras |
Este pasado enero, Laura Poitras recibió un extraño mensaje anónimo que pedía su clave pública de cifrado. Durante casi dos años Poitras había estado trabajando en un documental sobre vigilancia y de vez en cuando recibía consultas de desconocidos. Respondió a este mensaje y envió su clave pública -permitiendo al desconocido enviar un mensaje cifrado que sólo Poitras podría abrir -con su clave privada- aunque pensó que no sacaría mucho de esto.
El desconocido respondió con instrucciones para crear un sistema todavía más seguro para proteger sus comunicaciones. Prometiendo información sensible, pidió a Poitras que seleccionara claves largas que soportaran un ataque brutal desde ordenadores en red. "Ten en cuenta que tu adversario es capaz de realizar un trillón de intentos por segundo" dijo el desconocido.
No mucho después, Poitras recibió un mensaje cifrado describiendo una serie de programas de vigilancia secreta del gobierno. Había oído de uno de ellos, pero no del resto. Después de describir cada programa, el desconocido escribió una versión de la frase "esto lo puedo probar".
Segundos después de descifrar y leer el mensaje, Poitras desconectó internet y eliminó el mensaje. "Pensé, ok, si esto es verdad, mi vida acaba de cambiar", me dijo el mes pasado. "Fue impresionante, lo que decía que sabía y lo que era capaz de entregar. Simplemente supe que debía cambiarlo todo."
Poitras mantuvo la precaución. Estaba especialmente preocupada por la posibilidad de que un agente del gobierno tratase de engañarla para que revelase información sobre la gente que estaba entrevistando para su documental, incluido Julian Assange, el editor de Wikileaks.
"Le llamé", recuerda Poitras. "Dije, o tienes esta información y estas asumiendo riesgos enormes o tratas de atraparme a mí y a la gente que conozco. O estás loco."
Las respuestas fueron tranquilizadoras pero no definitivas. Poitras no sabía el nombre del desconocido, su sexo, edad o para quién trabajaba (CIA? NSA? Pentágono?). A principios de junio finalmente obtuvo respuestas. Junto con su compañero periodista, Glenn Greenwald, ex abogado y columnista de The Guardian, Poitras voló a Hong Kong y conoció al empleado Edward J. Snowden, que les entregó miles de documentos clasificados, iniciando una controversia por el alcance y la legalidad de la vigilancia del gobierno estadounidense. Poitras estaba en lo cierto, su vida ya nunca sería igual.
Greenwald vive y trabaja en una casa rodeada de vegetación tropical en un área remota de Río de Janeiro. Comparte hogar con su compañero brasileño, 10 perros y un gato. El lugar da la sensación de un discreta fraternidad colocada en medio de la selva. El reloj de la cocina está retrasado por horas, pero nadie se da cuenta; los platos se amontonan en la pila; el salón tiene una mesa, un sofá, un gran televisor, una consola Xbox y una caja de fichas de póquer, y poco mas. La nevera no siempre está llena de verdura fresca. Una familia de monos de vez en cuando asalta las plataneras del jardín trasero y pelean a gritos con los perros.
Greenwald realiza la mayor parte de su trabajo bajo un porche, normalmente vestido con una camiseta, pantalones cortos y sandalias. En los 4 días que estuve ahí, estaba en constante movimiento, hablando por teléfono en portugués e inglés, saliendo a toda prisa para ser entrevistado abajo en la ciudad, respondiendo a llamadas y mensajes de gente solicitando información sobre Snowden, tuiteando a sus 225.000 seguidores (y metiéndose en intensas discusiones con algunos de ellos), y sentándose para escribir más artículos sobre la NSA para The Guardian, todo mientras implora silencio a sus perros. En un momento especialmente febril, gritó "callaos todos", pero no le hicieron caso.
En medio del caos, Poitras, una mujer de 49 años de mirada intensa, se sentaba en la habitación de invitados, o en la mesa de salón, trabajando en silencio, concentrada frente a sus ordenadores. De vez en cuando se levantaba para ir al porche a hablar con Greenwald sobre el artículo que éste escribía, o Greenwald dejaba lo que estaba haciendo para ir a ver la nueva versión del último vídeo que Poitras estaba editando sobre Snowden. Hablaban intensamente -Greenwald en un volumen bastante mayor y más rápido que Poitras- ocasionalmente soltando carcajadas por alguna broma compartida o recuerdo absurdo. La historia de Snowden, ambos decían, era un batalla que luchaban juntos, una lucha contra los poderes de vigilancia que consideran una amenaza contra libertades estadounidenses fundamentales.
Dos periodistas de The Guardian estaban en la ciudad para ayudar a Greenwald, por lo que parte del tiempo lo pasamos en el hotel donde se alojaban, en la playa de Copacabana, donde bronceados brasileños jugaban al volleyball sobre la arena, añadiendo al cuadro otra capa más de surrealismo. Poitras ha sido coautora de algunos de los artículos de Greenwald, pero la mayor parte de las veces ha preferido quedarse en segundo plano, dejándole a él escribir y hablar. Como resultado, Greenwald es considerado bien un intrépido defensor de los derechos individuales o un vil traidor, depende de tu punto de vista. "Yo la llamo la Keyser Soze de la historia, porque es a la vez invisible y ubicua", dijo Greenwald, refiriéndose al personaje de "Sospechosos Habituales" interpretado por Kevin Spacey, el cerebro que se hace pasar por un don nadie. "Ella ha estado en el centro de todo esto, y aun así nadie sabe nada de ella".
Un tarde, cuando anochecía, seguí a Poitras y a Greenwald a la sala de redacción de O Globo, uno de los más grandes diarios de Brasil. Greenwald acababa de publicar un artículo ahí detallando cómo la NSA espiaba llamadas telefónicas y correos de los brasileños. El artículo causó un enorme escándalo en Brasil, al igual que artículos similares en otros países, y Greenwald era una celebridad en la sala de redacción. El editor jefe le daba la mano y le pedía que escribiera una columna de forma regular; los periodistas se hacían fotos de recuerdo con él con sus teléfonos. Poitras grabó un poco de esto, luego apagó la cámara y siguió adelante. Me dí cuenta de que nadie se fijaba en ella, todos los ojos estaban sobre Greenwald, y ella sonreía. "Eso está bien", dijo. "Es perfecto".
Poitras perece funcionar mimetizándose, una función más propia de la estrategia que de la timidez. Puede ser bastante contundente a la hora de gestionar información. Durante una conversación en la que hacía algunas preguntas sobre su vida personal, comentó "esto es como ir al dentista". La versión miniatura de su perfil es esta: creció en un familia acomodada en las afueras de Boston y, después del colegio, se mudó a San Francisco para trabajar de chef en restaurantes de lujo. También recibió clases en el Instituto de Arte de San Francsico, donde estudió con el cineasta experimental Ernie Gehr. En 1992 se mudó a Nueva York y comenzó a hacerse camino en el mundo del cine mientras se matriculaba en estudios de graduado en teoría social y política en la Nueva Escuela. Desde entonces ha hecho cinco películas, la mas reciente "El Juramento", sobre el prisionero de Guantánamo Salim Hamdan y su cuñado yemení, y ha recibido el Premio Peabody y el premio MacArthur.
El 11 de septimbre de 2001, Poitras se encontraba en el Upper West Side de Manhattan cuando las torres fueron atacadas. Como la mayoría de los neoyorquinos, se dejó llevar por el duelo y un sentimiento de unidad. Fue un momento, dijo, en el que "la gente pudo haber hecho cualquier cosa, en un sentido positivo". Cuando esto derivó en una invasión preventiva de Iraq, sintió que su país había perdido su camino. "Siempre nos preguntamos cómo los países pueden salirse de su camino" dijo. "Cómo la gente permite que suceda, cómo la gente se queda sentada ante ese cruce de límites" Poitras no tenía experiencia en zonas de conflicto, pero en junio de 2004, se fue a Iraq y empezó a documentar la ocupación.
Poco después de llegar a Bagdad, recibió permiso para ir a la prisión de Abu Ghraib para grabar una visita de miembros del ayuntamiento de la ciudad. Esto ocurrió pocos meses después de que se publicaran fotografías de soldados estadounidenses abusando de prisioneros. Un destacado médico suní formaba parte de la delegación, y Poitras grabó una notable escena de su interacción con los prisioneros en la que gritaba que estaban encerrados sin justificación.
El médico, Riyadh al-Adhadh, invitó a Poitras a su clínica y mas tarde le permitió narrar su vida en Bagdad. Su documental, "Mi Pais, Mi Pais", se centra en los esfuerzos de su familia -los tiroteos y las desapariciones en su barrio, el secuestro de un sobrino... El documental se estrenó a principios de 2006 y recibió una aclamación general, incluyendo la nominación al Oscar por el mejor documental". [ganado por Una Verdad Incómoda]
Poitras fue objeto de graves acusaciones, al parecer falsas, por tratar de narrar los efectos de la guerra en los ciudadanos iraquíes. El 19 de noviembre de 2004, tropas iraquíes, apoyadas por fuerzas estadounidenses, asaltaron una mezquita en el barrio del médico, Adhamiya, matando a varias personas en su interior. Al día siguiente, la violencia estalló en el barrio. Poitras se encontraba con la familia del médico, y de vez en cuando subían al tejado de la casa para ver lo que estaba pasando. En una de esas excursiones al tejado, fue vista por soldados de un batallón de la Guardia Nacional de Oregon. Poco después, un grupo de insurgentes lanzó un ataque que mató a uno de los estadounidenses. Algunos soldados especularon que Poitras se encontraba en el tejado porque sabía algo del ataque y quería filmarlo. El jefe del batallón, Teniente Coronel Daniel Hendrickson, ahora retirado, me dijo el mes pasado que presentó un informe sobre ella al cuartel general de la brigada.
No hay evidencias que apoyen esta acusación. Hubo luchas por todo el barrio aquel día, por lo que hubiera sido difícil que un periodista no estuviese cerca de un ataque. Los soldados que la acusaron me dijeron que no pueden probarlo. Hendrickson me dijo que el cuartel general de la brigada nunca se puso en contacto con él.
Barrio de Adhamiya - Bagdad - Iraq |
Aunque no había pruebas que apoyasen las alegaciones, puede que tengan relación con las frecuentes detenciones y registros a Poitras. Hendrickson y otro soldado me contaron que en 2007 -meses después de ser detenida por primera vez- investigadores de la Fuerza Conjunta contra el Terrorismo del Departamento de Justicia les entrevistó, preguntando por las actividades de Poitras en Bagdad aquel día. Sin embargo, ni esos ni otros investigadores se pusieron nunca en contacto con ella. "Las fuerzas iraquíes y los militares estadounidenses asaltaron una mezquita durante las oraciones del viernes y mataron a varias personas," Dijo Poitras. "La violencia estalló al día siguiente. Soy productora de documentales y estaba grabando en el barrio. Cualquier sugerencia de que sabía algo del ataque es falsa. El gobierno estadounidense debería investigar quién ordenó el asalto, no a los periodistas que cubren la guerra."
En junio de 2006, los billetes de sus vuelos domésticos fueron marcados con "SSSS" - Selección para Supervision de Seguridad Secundaria- lo que quiere decir que el portador se enfrenta a un escrutinio especial mas alla de las medidas habituales. Fue detenida por primera vez en el aeropuerto internacional de Newark [Nueva Jersey] antes de embarcar hacia Israel, donde presentaba su documental. En su vuelo de vuelta fue retenida durante 2 horas antes de entrar de nuevo en EEUU. Al mes siguiente viajó a Bosnia para presentar el documental en un festival. Al salir de Sarajevo y aterrizar en Viena, fue citada por los altavoces para acudir a un control de seguridad; de ahí fue llevada a una furgoneta y conducida a otra parte del aeropuerto, donde le metieron en una habitación para registrar su equipaje.
"Tomaron mis bolsas y las registraron" dijo Poitras. "Me preguntaron qué es lo que estaba haciendo y dije que presentaba un documental en Sarajevo sobre la guerra de Iraq. Luego me hice más o menos amiga del guardia de seguridad. Pregunté qué es lo que estaba pasando. Dijo: 'Estas marcada. Tienes una puntuación que indica la amenaza que representas que sobrepasa la escala Richter. Tienes 400 de 400 puntos'. Dije '¿Es este un sistema de puntuación que funciona en Europa o es un sistema de puntuación estadounidense?' Dijo "No, este es tu gobierno que usa esto y nos ha dicho que te paremos.'"
Después del 11 de septiembre, el gobierno estadounidense comenzó a compilar una lista de vigilancia antiterrorista que en cierto momento se estimó que contenía casi un millón de nombres. Hay al menos dos listas subsidiarias relacionadas con viajes aéreos. La lista "sin volar" [no-fly] contiene los nombres de docenas de miles de personas a los que no se les permite volar hacia o desde el país. La lista de seleccionados, que es mayor que la lista "no-volar", somete a la gente a inspecciones e interrogatorios adicionales en los aeropuertos. Estas listas han sido criticadas por grupos defensores de derechos civiles por ser demasiado amplias y arbitrarias y por violar los derechos de los estadounidenses que están en ellas.
En Viena, a Poitras se le permitió finalmente embarcar en su vuelo hacia Nueva York, pero cuando aterrizó en aeropuerto J.F.K., fue detenida por dos agentes y llevada a una habitación para ser interrogada. Es una rutina que ha ocurrido tantas veces desde entonces -más de 40- que ya ha perdido la cuenta. Al principio, dijo, las autoridades estaban interesadas en los papeles que llevaba, copiando sus recibos y, en una ocasión, su ordenador. Después de dejar de llevar sus notas, se centraron en sus aparatos electrónicos, diciéndole que si no contestaba a sus preguntas confiscarían sus equipos para obtener así respuestas. En una ocasión, dice Poitras, confiscaron sus ordenadores y teléfonos móviles y se los quedaron durante semanas. Le dijeron que su negativa a responder a sus preguntas era de por sí un acto sospechoso. Como los interrogatorios tenían lugar en zonas de tránsito internacional, donde el gobierno dice que los derechos constitucionales no son aplicables, no se le permitía tener un abogado presente.
"Es una violación total" dijo Poitras. "Así es como lo siento. Están interesados en información relacionada con el trabajo que hago, que es claramente privado y privilegiado. Cuando personas armadas van a tu encuentro al salir del avión, es una situación realmente intimidatoria."
Aunque ha escrito a miembros del Congreso y enviado peticiones bajo la Ley por la Libertad de la Información, Poitras nunca ha recibido explicaciones sobre por qué ha sido colocada en una lista de vigilancia. "Es exasperante que tenga que especular el por qué," dijo. "¿Cuándo empezó ese universo, en el que la gente es introducida en una lista y nunca se les dice por qué y se les para durante seis años? No tengo ni idea de por qué hicieron esto. Es la suspensión total del debido proceso." Añadió: "No me han dicho nada, no me han preguntado nada, y no he hecho nada. Es kafkiano. "Nadie te dice jamás cuál es la acusación."
Despues de ser detenida en repetidas ocasiones Poitras comenzó a tomar medidas para proteger sus datos, pidiendo a un compañero de viaje que llevara su portátil, dejando sus notas en el extranjero con amigos o en cajas de seguridad. Borraría los datos de ordenadores y teléfonos móviles de forma que las autoridades no pudieran ver nada. O cifraría sus datos de forma que los agente no pudieran leer ningún archivo. Estas medidas de seguridad podrían llevarle un día o más antes de viajar.
A Poitras no sólo le preocupaban los registros en la frontera. Pensaba que si el gobierno sospechaba de ella lo suficiente como para interrogarla en los aeropuertos, seguramente también estaría vigilando sus correos, sus llamadas telefónicas y su historial de búsquedas web. "Supongo que hay Cartas de Seguridad Nacional para mis correos", me dijo, refiriéndose a una de la herramientas de vigilancia que usa el Departamento de Justicia. Una Carta de Seguridad Nacional obliga a sus receptores -en la mayoría de los casos proveedores de servicios de internet [ISP] y compañías telefónicas- a entregar datos de clientes sin notificar a los clientes ni a nadie. Poitras sospechaba (pero no podía confirmarlo, porque su compañía telefónica e ISP tendría prohibido decírselo) que el FBI habría emitido Cartas de Seguridad Nacional para sus comunicaciones electrónicas.
Cuando comenzó a trabajar en su documental sobre vigilancia en 2011, elevó su seguridad digital a un nivel superior. Dejó de utilizar el teléfono móvil, el cual revela no sólo a quién y cuándo llamas, sino tu localización. Puso especial cuidado al enviar documentos sensibles por correo electrónico y en conversaciones telefónicas. Comenzó a usar software que ocultaba sus visitas a páginas web. Después de entrar en contacto con Snowden en 2013, elevó su seguridad todavía mas. Ademas de cifrar cualquier mensaje delicado, comenzó a usar diferentes ordenadores para editar vídeo, para comunicarse y para leer documentos sensibles (el que usa para documentos sensibles está "en el aire" [air-gapped] lo que quiere decir que nunca se ha conectado a internet).
Estas precauciones pueden parecer paranoicas -Poitras las describe como "muy extremas"- pero la gente a la que ha entrevistado para su documental ha sido objeto del tipo de vigilancia que ella teme. William Binney, un alto funcionario de la NSA que acusó públicamente a la agencia de vigilancia ilegal, estaba en casa una mañana en 2007 cuando agentes del FBI entraron de golpe y dirigieron sus armas a su esposa, a su hijo y a él. Binney estaba desnudo en la ducha cuando el agente le apuntó con una pistola en la cabeza. Sus ordenadores, discos duros y archivos personales fueron confiscados y todavía no han sido devueltos. Binney no ha sido acusado de ningún crimen.
Jacob Appelbaum, un activista de la privacidad que fue voluntario de Wikileaks, también ha sido grabado por Poitras. El gobierno emitió una orden secreta a Twitter para acceder a los datos de su cuenta, que se hizo pública cuando Twitter combatió la orden. Aunque la compañía fue forzada a entregar los datos, se le permitió comunicarlo a Appelbaum. A Google y a un pequeño ISP que Appelbaum usaba, se les envió órdenes secretas, pero lucharon por alertarle. Al igual que Binney, Appelbaum no ha sido acusado de ningún crimen.
Poitras aguantó los registros en aeropuertos durante años sin apenas quejarse públicamente por temor a que su protesta generase más sospechas y hostilidad del gobierno, pero el año pasado llegó al límite. Mientras era interrogada en el aeropuerto de Newark después de un vuelo a Inglaterra, le dijeron que no podía tomar notas. Siguiendo el consejo de abogados, Poitras siempre apuntaba el nombre de los agentes, las preguntas que le hacían y el material que copiaban o confiscaban. Pero en Newark, un agente la amenazó con esposarla si seguía escribiendo. Le dijeron que le prohibían escribir porque podría usar su bolígrafo como arma.
"Entonces les pedí ceras de colores" recuerda Poitras, "y dijo no a las ceras."
La llevaron a otra habitación para ser interrogada por tres agentes -uno estaba detrás de ella, otro hacía preguntas y el tercero era un supervisor. "Estuvimos durante hora y media quizás" dijo. "Tomaba notas de sus preguntas, o lo intentaba, y me gritaron. Dije, 'muéstreme la ley que dice que no puedo tomar notas.' En cierto sentido debatíamos lo que trataban de prohibirme. Dijeron, 'Somos nosotros los que hacemos las preguntas.' Fue un encuentro bastante agresivo y antagónico."
Poitras conoció a Greenwald en 2010, cuando se interesó por su trabajo sobre Wikileaks. En 2011 fue a Rio para grabarle para su documental. Él sabía sobre los registros de Poitras y le pidió permiso varias veces para escribir sobre ello. Después de Newark le dió luz verde.
"Dijo 'he tenido suficiente'", me contó Greenwald. "La posibilidad de tomar notas y documentar lo que estaba pasando le permitía mantener cierto control. Documentar es lo que ella hace. Creo que sentía que le quitaron el último vestigio que tenía de seguridad y control ante esta situación, sin explicación alguna, tan sólo como una ejercicio arbitrario de poder".
Por entonces Greenwald escribía para Salon. Su artículo "Cineasta Estadounidense Detenida Repetidamente en la Frontera", fue publicado en abril de 2012. Poco después las detenciones cesaron. Seis años de vigilancia y acoso pueden estar llegando a su fin, pensaba Poitras, esperanzada.
Poitras no fue la primera persona que Snowden eligió para filtrar miles de documentos de la NSA. De hecho, un mes antes de ponerse en contacto con ella, llegó a Greenwald, quien había escrito extensa y críticamente sobre las guerras en Iraq y Afganistán y la erosión de las libertades civiles tras el 11 de septiembre. Snowden le envió de forma anónima un correo diciendo que tenía documentos que quería compartir, a lo que siguió una guía para cifrar paso a paso las comunicaciones, algo que Greenwald ignoró. Snowden entonces envió un enlace a un vídeo con instrucciones para realizar cifrados, también si éxito.
"El software de cifrado es realmente molesto y complicado," dijo Greenwald mientras nos sentábamos en su porche durante una llovizna tropical. "Siguió acosándome hasta que acabó frustrado, entonces acudió a Laura."
Snowden había leído el artículo de Greenwald sobre los problemas de Poitras en los aeropuertos y sabía que estaba haciendo un documental sobre los programas de vigilancia del gobierno. También vio un corto documental sobre la NSA que hizo para New York Times. Pensó que entendería los programas que quería filtrar y que sabría cómo comunicarse de forma segura.
A finales del invierno, Poitras decidió que el desconocido con quien se comunicaba era creíble. No vio las provocaciones que esperaría de un agente del gobierno -no había peticiones de información sobre la gente con la que estaba en contacto, ni preguntas sobre lo que estaba haciendo en ese momento. Snowden le dijo desde el principio que necesitaría trabajar con alguien, y que debería establecer contacto con Greenwald. Poitras no sabía que Snowden había tratado ya de ponerse en contacto con él, y Greenwald no se dió cuenta, hasta que conoció a Snowden en Hong Kong, que ésta era la persona que se puso en contacto con él más de seis meses atrás.
Hubo sorpresas para todos en estos intercambios -incluido Snowden, que respondió a preguntas que yo había enviado a través de Poitras. En respuesta a una pregunta sobre el momento en que se dio cuenta de que podía confiar en Poitras, escribió: "Llegamos a un punto en el proceso de escrutinio y verificación en el que descubrí que Poitras sospechaba más de mí que yo de ella, y tengo fama de paranoico." Cuando le pregunté por el silencio inicial de Greenwald en respuesta a sus peticiones e instrucciones para establecer comunicaciones cifradas, Snowden contestó: "Sé que los periodistas están ocupados y asumí que sería un reto que me tomase en serio, especialmente por el poco detalle que podía ofrecer al principio. A la vez, esto es 2013, él es un periodista que ha escrito con frecuencia sobre la concentración y exceso de poder del estado. Me sorprendió ver que había gente en organizaciones de prensa que no entiende que cualquier mensaje enviado por internet sin cifrar es enviado a los servicios de inteligencia de todo el mundo."
En abril Poitras envió un correo a Greenwald para decir que necesitaban hablar cara a cara. Greenwald estaba entonces en EEUU, hablando en una conferencia en un suburbio de Nueva York, y quedaron en el lobby de su hotel. "Tomó muchas precauciones", recuerda Greenwald. "insistió en no llevar teléfono móvil, por esta habilidad del gobierno de escuchar conversaciones a través del móvil incluso cuando está apagado. Había imprimido los mensajes, recuerdo leerlos y tener la sensación de que era real. La pasión y el pensamiento detrás de lo que Snowden contaba era palpable."
Greenwald instaló software de cifrado y comenzó a comunicarse con el desconocido. El trabajo se organizó como una operación de inteligencia, con Poitras como planificadora. "Seguridad operativa -ella dictaba todo eso," dijo Greenwald. "Qué ordenadores usaba, cómo me comunicaba, cómo guardaba la información, dónde se guardaban las copias, en qué lugares. Ella tiene este nivel experto de conocimientos sobre cómo llevar una historia con total seguridad técnica y operativa. Nada de esto hubiera ocurrido con la eficacia e impacto que tuvo si ella no hubiera trabajado conmigo en todo sentido, dirigiendo y coordinando casi todo."
Snowden comenzó a entregar documentos a los dos. Poitras no quiso decirme cuándo empezó a enviarle documentos; no quiere dar información al gobierno que pueda usarse en un juicio contra Snowden o contra ella. También dijo que pronto estaría listo para conocerles. Cuando Poitras preguntó si debía conducir al encuentro o tomar un tren, Snowden dijo que se preparase para meterse en un avión.
Ewen MacAskill |
Snowden había enviado un pequeño número de documentos a Greenwald, unos 20 en total, pero Poitras había recibido un gran lote, el cual no había tenido tiempo de leer en detalle. En el avión, Greenwald comenzó a revisar los contenidos, llegando finalmente a una orden secreta obligando a la compañía telefónica Verizon a entregar los registros telefónicos de sus clientes a la NSA. La orden, de 4 páginas, era del Tribunal de Supervisión de Inteligencia Extranjera [FISA], un panel cuyas decisiones son alto secreto. Aunque se rumoreaba que la NSA estaba reuniendo grandes cantidades de registros telefónicos de ciudadanos estadounidenses, el gobierno siempre lo negó.
Poitras, sentada 20 filas por detrás de Greenwald, de vez en cuando se acercaba para comentar lo que estaba leyendo. Mientras el hombre a su lado dormía, Greenwald señaló la orden del FISA en su pantalla y preguntó a Poitras: "¿Has visto esto? ¿Está esto diciendo lo que pienso que está diciendo?"
En algunos momentos hablaban tan animadamente que molestaban a los pasajeros que trataban de dormir; luego callaron. "No podíamos creer lo trascendental que era este momento" dijo Greenwald. "Cuando lees estos documentos te das cuenta de su amplitud. Fue un torrente de adrenalina, de éxtasis, de euforia. Sientes que estás empoderado por primera vez porque tienes este dinosaurio de sistema que tratas de debilitar y subvertir y llevar a la luz -pero normalmente no puedes avanzar porque no tienes ningún instrumento para ello- y ahora los instrumentos estaban en nuestro regazo."
Snowden les dió instruciones para que, una vez llegaran Hong Kong, fueran a cierta hora al distrito de Kowloon y esperasen delante de un restaurante que estaba en un centro comercial que conectaba con el Hotel Mira. Ahí debían esperar a que apareciese un hombre llevando un Cubo de Rubik, luego preguntarle cuándo abriría el restaurante. El hombre contestaría a su pregunta, pero luego advertiría que la comida era mala. Cuando el hombre con el Cubo de Rubik apareció, era Edward Snowden, que tenía entonces 29 años pero parecía aún mas joven.
"Casi nos caemos cuando vimos lo joven que era." Dijo Poitras, sonando todavía sorprendida. "No tenía ni idea. Daba por hecho que estaba tratando con alguien de muy alto nivel, y por eso mayor. Pero también sabía por nuestros intercambios que sabía mucho de sistemas informáticos, lo que le hacía mas joven. Entonces pensaba en unos 40, alguien que ha crecido entre ordenadores pero que tenia que ser de un nivel superior."
En nuestro chat cifrado, Snowden también habló de este momento: "Creo que estaban molestos por ser más joven de lo que esperaban, y yo estaba molesto por haber llegado demasiado temprano, lo que complicó la verificación inicial. Sin embargo, tan pronto como estuvimos a puerta cerrada, creo que todo el mundo se tranquilizó por la obsesiva atención a las precauciones y la buena fe."
Siguieron a Snowden a su habitación, donde Poitras pasó inmediatamente al modo documentalista, sacando su cámara. "El ambiente estaba un poco tenso, un poco incómodo", dijo Greenwald de aquellos primeros minutos. "Nos sentamos y empezamos a hablar, Laura estaba inmediatamente sacando su cámara. El instante en que encendió la cámara, recuerdo vivamente cómo ambos, él y yo, nos pusimos rígidos."
Greenwald comenzó a preguntar. "Quería poner a prueba la consistencia de sus afirmaciones, y simplemente quería toda la información que pudiera conseguir, teniendo en que cuenta que sabía cómo esto iba a afectar mi credibilidad y todo lo demás. Realmente no fuimos capaces de establecer un vínculo humano hasta después de esas cinco o seis horas."
Para Poitras, la cámara ciertamente altera la dinámica humana, pero no de una manera negativa. Cuando alguien da el consentimiento para ser grabado -incluso cuando el consentimiento llega indirectamente al encenderse la cámara- es un acto de confianza que aumenta la carga emocional. Lo que Greenwald veía como algo forzado, Poitras lo veía como una especie de vínculo, un compartir un riesgo inmenso. "Hay algo realmente palpable y emocional al inspirar esa confianza," dijo.
Aunque le pillara por sorpresa, Snowden se acostumbró. "Tal y como puede uno imaginarse, normalmente los espías son alérgicos y evitan contacto con periodistas o medios de comunicación, así que yo era una fuente virgen -todo era una sorpresa... Pero todos sabíamos lo que estaba en juego. El peso de la situación hizo que fuera más fácil centrarse en lo que era de interés público más que el nuestro. Creo que todos sabíamos que no había vuelta atrás una vez que la cámara se encendió."
Durante la semana siguiente los preparativos siguieron el mismo patrón -cuando entraban en la habitación de Snowden, sacarían las baterías de sus teléfonos móviles y meterían los móviles dentro de la nevera del minibar. Ponían almohadas contra la puerta de entrada, para evitar escuchas desde el exterior, luego Poitras preparaba la cámara y grababan. Era importante para Snowden explicarles cómo funcionaba la maquinaria de inteligencia del gobierno porque temía que fuera arrestado en cualquier momento.
Los primeros artículos de Greenwald -incluyendo el primero detallando la orden de Verizon que leyó en el vuelo a Hong Kong- apareció cuando seguían entrevistando a Snowden. Fue una extraña experiencia, crear juntos la noticia, luego verla propagarse. "Podíamos ver cómo la cubrían" Dijo Poitras. "Estábamos sorprendidos por la atención estaba recibiendo. Nuestro trabajo era muy especializado, y estábamos prestando atención a eso, pero podíamos ver en la televisión cómo despegaba. Estábamos en este círculo cerrado, y sabíamos que a nuestro alrededor había reverberaciones, y se podían ver, y se podían sentir.·
Snowden les dijo antes de que llegaran a Hong Kong que quería salir a la luz. Quería asumir la responsabilidad por lo que estaba haciendo, dijo Poitras, y no quería que otros fueran perseguidos injustamente, asumía que sería identificado en algún momento. Hizo un vídeo de doce minutos y medio que fue publicado el 9 de junio, pocos días después de los primeros artículos de Greenwald. Provocó un circo mediático en Hong Kong, con periodistas apelotonándose para saber algo de su paradero.
Hubo una serie de personajes de los que Poitras no quiso que se publicase nada y otros de los que no quiso decir nada en absoluto -algunos por razones legales o de seguridad y otros porque quiere que sean los primeros en contar partes cruciales de su documental. Sobre su despedida una vez que el vídeo fue publicado, solamente diría, "Sabíamos que una vez que se publicase, sería el final de aquel periodo de trabajo."
Snowden hizo el check-out en el hotel y pasó a esconderse. Los periodistas encontraron el alojamiento de Poitras -ella y Greenwald estaban en hoteles diferentes- y comenzaron a llegar llamadas a su habitación. En cierto momento alguien llamó a su puerta y la llamó por su nombre. Por entonces sabía que Greenwald había sido descubierto. Llamó a la seguridad del hotel y pidió que la escoltaran hasta una salida trasera.
Trató de quedarse en Hong Kong, pensando que Snowden podría querer verla de nuevo, y porque quería grabar la reacción china a estas revelaciones. Pero ahora ella misma se había convertido en una figura de interés, no simplemente una periodista con una cámara. El 15 de junio, mientras grabada una manifestación a favor de Snowden frente al consulado estadounidense, un periodista de CNN la vio y comenzó a hacerle preguntas. Poitras declinó contestar y se escabulló. Aquella tarde dejó Hong Kong.
Poitras voló directamente a Berlín, donde había alquilado un apartamento el otoño anterior para poder editar su documental sin preocuparse que el FBI apareciese con una orden de registro a por sus discos duros. "Hay un filtro constante entre los sitios donde siento que tengo privacidad y los que no," dijo, "y esa linea cada vez es más estrecha." Añadió: "No dejo de hacer lo que hago, pero he dejado el país. Siento literalmente que no puedo proteger mi material en Estados Unidos, y esto ya sucedía antes de establecer contacto con Snowden. Si prometes a alguien que vas a protegerle como fuente y sabes que el gobierno te está siguiendo y confiscando tu ordenador, no puedes hacerlo físicamente".
James Ball - periodista de The Guardian y ex trabajador de Wikileaks |
Poitras y Greenwald estaban preocupados por Snowden. No sabían de él desde Hong Kong. En ese momento estaba atrapado en un limbo diplomático en la zona de tránsito del aeropuerto Sheremetyevo de Moscú, el hombre más buscado del planeta, perseguido por el gobierno estadounidense por espionaje. (Mas tarde le darían asilo temporal en Rusia.) El vídeo que Poitras estaba editando, usando el material grabado en Hong Kong, sería lo primero que vería el mundo de Snowden en un mes.
"Ahora que esta incomunicado, no sé si sabremos algo de él otra vez" dijo ella.
"¿Él está bien?" preguntó MacAskill
"Su abogado dice que está bien" respondió Greenwald.
"Pero no está en contacto directo con Snowden" dijo Poitras
Cuando Greenwald volvió a casa aquella tarde, Snowden se puso en contacto con él por internet. Dos días después, cuando trabajaba en la casa de Greenwald, Poitras también supo de él.
Anochecía, y se oyó un fuerte graznido y otros sonidos que venían de la selva a nuestro alrededor. Esto se mezclaba con los aullidos de cinco o seis perros cuando estaba junto a la verja de entrada. A través de una ventana, vi a Poitras en el salón, trabajando en uno de sus ordenadores. Entré por una puerta de cristal, y alzó la mirada durante un segundo para luego volver a su trabajo, completamente imperturbable por la cacofonía a su alrededor. Después de 10 minutos, cerró la tapa del portátil y murmuró cierta disculpa por unos asuntos que tenía que tratar.
No mostró emoción alguna y no mencionó que estaba en medio de una chat cifrado con Snowden. En aquel momento no la presioné, pero algunos días después, cuando volví a Nueva York y ella volvió a Berlín, le pregunté si eso es lo que estaba haciendo aquella tarde. Lo confirmó, pero dijo que no quería hablar de ello en aquel momento, porque cuanto más habla de sus interacciones con Snowden, mas alejada se siente de ello.
"Es una experiencia emocional increíble", dijo, "que un completo desconocido se ponga en contacto conmigo y diga que va a arriesgar su vida por exponer cosas que el público debería saber. Estaba poniendo su vida en la línea de fuego y confiándome esa carga. Mi experiencia y relación con eso quiero que sea una relación emocional." Su conexión con él y con el material, dijo, es lo que guiará su trabajo. "Simpatizo con lo que ve como el horror del mundo y con lo que imagina que puede venir. Quiero comunicar eso con la mayor resonancia posible. Si me sentara e hiciera interminables entrevistas -todas esas cosas me alienan de aquello con lo que necesito permanecer conectada. No es simplemente la exclusiva. Es la vida de alguien."
Poitras y Greenwald son un ejemplo especialmente dramático de lo que es el periodismo marginal en 2013. No trabajan en salas de redacción, y quieren tener el control sobre lo que se publica y cuándo se publica. Cuando The Guardian no se movía con la rapidez que deseaban con el primer artículo sobre Verizon, Greenwald planteó llevarlo a otra parte, llegando a enviar un borrador cifrado a un colega de otra publicación. También consideró crear un espacio web en el que publicarían todo, el cual planeaba llamar RevelacionesNSA. Al final, The Guardian siguió adelante con sus artículos. Pero Poitras y Greenwald también han creado su propia red de publicación, colocando artículos en otros medios en Alemania y Brasil y planeando más para el futuro. No han compartido el lote completo de documentos con nadie.
"Trabajamos en colaboración con organizaciones de prensa, pero creemos que nuestra responsabilidad principal es con la fuente y el riesgo que asume y con el interés publico por la información que ha entregado," dijo Poitras. "Luego viene cualquier organización de prensa."
A diferencia de muchos periodistas de grandes medios de comunicación, no tratan de mantener una fachada de indiferencia política. Greenwald ha sido bastante franco durante años; recientemente respondió en Twitter a un crítico escribiendo: "Eres un completo idiota. ¿Lo sabes, verdad?" Su visión de izquierdas, combinada con un estilo cortante, no le ha hecho muy querido entre la clase política. Su trabajo con Poitras ha sido tachado de activismo que daña la seguridad nacional. "Leo informes de inteligencia cuidadosamente," dijo la Senadora Dianne Feinstein, presidenta del Comité de Inteligencia del Senado, poco después de que aparecieran los primeros artículos de Snowden. "Sé que hay gente que va a por nosotros... Esta es la razón por la que el FBI tiene ahora 10.000 personas trabajando en inteligencia y antiterrorismo... Es para descubrir esto antes de que ocurra. Se llama proteger América."
Poitras, aunque no es tan beligerante como Greenwald, no está de acuerdo con la sugerencia de que su trabajo es activismo por parte de periodistas compinchados. "Sí, tengo opiniones," me dijo. "Piensi que el estado de vigilancia está fuera de control? Sí, lo pienso. Esto da miedo, y la gente debría estar asustada. Un gobierno secreto y en la sombra ha crecido y crecido, todo en nombre de la seguridad nacional y sin la supervisión o el debate nacional que se supone que una democracía debería tener. No es activismo. Tenemos documentos que lo demuestran."
Poitras ha adquirido nuevas destrezas que son particularmente vitales -y poco comunes en el mundo periodístico- en la era del espionaje generalizado del gobierno: sabe, al igual que cualquier experto en seguridad informática, cómo protegerse de la vigilancia. Como dijo Snowden: "A la luz de las revelaciones de este año, debería haber quedado bien claro que las comunicaciones no cifradas entre fuentes y periodistas es lo más insensato e imperdonable que hay." Una nueva generación de fuentes, como Snowden o Bradley Manning, tiene acceso no a unos pocos secretos sino a miles de ellos, por su habilidad para rastrear redes clasificadas. No necesitan vivir y operar donde se alojan las redes de Washington -Snowden estaba en Hawai, y Manning envió cientos de miles de documentos a Wikileaks desde una base en Iraq. Y comparten sus secretos no con los grandes medios de comunicación sino con aquellos políticamente afines y que saben recibir filtraciones sin ser detectados.
En nuestro chat cifrado, Snowden explicó la razón de acudir a Poitras: "Laura y Glenn estan entre los pocos que han informado sin miedo sobre temas polémicos durante este periodo, incluso bajo intensas críticas, es por ello que Laura específicamente fuera marcada por los mismos programas incluidos en las recientes revelaciones. Ella demostró el coraje, la experiencia personal y el conocimiento necesario para manejar lo que es probablemente la tarea más peligrosa que un periodista puede enfrentar -informar sobre malos comportamientos ocultos del gobierno más poderoso del mundo -haciendo de ella una elección obvia.
Las revelaciones de Snowden están ahora en el centro del documental sobre vigilancia de Poitras, pero Poitras también se encuentra en una extraña dinámica de reflejos, porque no puede evitar ser un personaje de su documental. No apareció ni narró sus otros documentales, y dijo que esto probablemente no cambiaría con este, pero se da cuenta que de alguna forma debe ser representada, y está luchando con la manera de hacerlo.
También está evaluando su vulnerabilidad legal. Poitras y Greenwald no se enfrentan a cargo alguno, por lo menos no de momento. No piensan permanecer alejados de Estados Unidos para siempre, pero no tienen planes inmediatos de volver. Un miembro del Congreso ya a comparado lo que han hecho con una forma de traición, y están muy al tanto de la persecución que la administración de Obama está realizando no sólo de filtradores sino también de periodistas que reciben las filtraciones. Mientras estaba con ellos, hablaban de la posibilidad de volver. Greenwald dijo que el gobierno sería poco inteligente si les arrestara, por la publicidad negativa que recibiría. Tampoco pararía el flujo de información.
Mencionó esto cuando estábamos en un taxi de vuelta hacia su casa. Era de noche, el final de un día largo. Greenwald preguntó a Poitras, "Desde que esto empezó, ¿has tenido algun día sin NSA?"
"¿Eso qué es?" Respondió.
"Creo que necesitamos uno," dijo Greenwald. "No es que vayamos a cogerlo."
Poitras habló de retomar el yoga. Greenwald dijo que iba a volver a jugar al tenis de forma regular. "Esoy dispuesto a hacerme viejo con esto", dijo, "pero no estoy dispuesto a ponerme gordo."
Su conversación pasó a la cuestión de volver a Estados Unidos. Greenwald dijo, medio en broma, que si era arrestado, Wikileaks se convertiría en el nuevo policía de tráfico en la publicación de documentos de la NSA. "Diría: 'OK, déjeme presentarle a mi amigo Julian Assange que es quien va a tomar el relevo. Que se diviertan con él'"
Poitras le pinchó: "¿Vas a volver a Estados Unidos?"
Rió y señaló que desafortunadamente, el gobierno no siempre toma el camino más inteligente. "Si fueran listos lo haría", dijo.
Poitras sonrió, a pesar de que es un tema difícil para ella. No es tan expansiva y libre de preocupaciones como Greenwald, lo que forma parte de la química de esta extraña pareja. Está preocupada por su seguridad física. Esta también preocupada, por supuesto, por la vigilancia. "La cuestión es la geolocalización," dijo. "Quiero mantenerme fuera de la red lo más posible. No se lo voy a poner fácil. Si quieren seguirme, van a tener que hacer eso. No voy a usar ningún GPS. Mi localización me atañe a mi. Me atañe a mi de una manera que no hacía antes."
Hay mucha gente enfadada con ellos, y hay muchos gobiernos, así como entidades privadas, que no les importaría nada hacerse con los miles de documentos que todavía controlan. Han publicado sólo unos pocos -de alto secreto, con buen titular, con potencial para provocar comparecencias en el Congreso- pero parece improbable que vayan a publicar todo, al estilo Wikileaks. Guardan más secretos que los que exponen, al menos por ahora.
"Tenemos una ventana a este mundo, y todavía tratamos de entenderlo," dijo Poitras en una de nuestras últimas conversaciones. "No tratamos de mantenerlo en secreto, sino de armar el puzzle. Ese es un proyecto que va a llevar tiempo. Nuestra intención es publicar lo que tiene interés para el público, pero también entender lo que es este mundo, y luego tratar de comunicarlo."
La gran paradoja, por supuesto, es que su esfuerzo por entender y exponer la vigilancia del gobierno puede que los haya condenado de por vida en esta tarea.
"Nuestras vidas jamás serán las mismas," dijo Poitras. "No sé si alguna vez seré capaz de vivir en un sitio y sentir que tengo privacidad. Puede que eso no vuelva jamás."
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