"De lo que parece que nadie se daba cuenta," me dijo un colega, un filólogo, "era del abismo cada vez más grande, después de 1933, entre el gobierno y la gente. Piense en lo grande que era este abismo desde el principio, aquí en Alemania. Y siempre estaba creciendo. Sabe, la gente no se siente más cercana al gobierno sólo porque se les dice que es un gobierno de la gente, una democracia de verdad, o por alistarse en la defensa civil, o incluso por votar. Todo esto tiene poco, nada que ver con el hecho de saber que uno está gobernando.
"Lo que pasó aquí fue que la gente se acostumbró poco a poco a ser gobernada por sorpresa, a encajar decisiones tomadas deliberadamente en secreto, a creer que la situación era tan complicada que el gobierno tenía que actuar en función de una información que la gente no podía entender, o tan peligrosa que no podría ser liberada por razones de seguridad nacional. Y la sensación de identificación con el líder, su confianza en él, hizo que fuera más fácil que este abismo creciera, tranquilizando a aquellos que de otro modo estarían preocupados.