domingo, 19 de enero de 2014

Greenwald: "Las 'reformas' de la NSA de Obama son poco más que un esfuerzo de relaciones públicas para apaciguar al público"

Puntuación del discurso de Obama
según los parámetros de la EFF
Fuente: Glenn Greenwald - The Guardian, 17 enero 2014

En respuesta al escándalo político y la indignación de la gente, el gobierno en Washington usa la misma vieja y manida táctica que lleva usando desde hace décadas ante los escándalos politicos más relevantes. Predeciblemente, es la que da forma a su discurso del viernes para anunciar “reformas” de la NSA tras siete meses de controversia internacional.

La meollo de la cuestión consiste en validar y canalizar el enfado del público reconociendo que “han surgido cuestiones serias”. Prometen cambios para arreglar el sistema y aseguran que estos problemas no volverán a ocurrir. Y luego se ponen, con sus acciones, a hacer exactamente lo contrario: hacer el sistema más bonito y políticamente digerible, “reformas” cosméticas para aplacar la ira del público y dejar el sistema sin cambios sustanciales e incluso más inmune a la supervisión.

Este fraude ha sido usado tantas veces que ahora es muy reconocible. A mediados de los 70, el Senado destapó abusos de los sistemas de vigilancia que se remontaban décadas atrás, generando furia en el público. En respuesta, el Congreso estadounidense promulgó una nueva ley (FISA) que introducía dos “salvaguardias” principales: supervisión judicial para la vigilancia doméstica y nuevos comités para asegurar el cumplimiento de la ley de la comunidad de inteligencia. 

Pero el nuevo tribunal fue diseñado para asegurar que todas las peticiones del gobierno fueran aceptadas: se reunían en secreto, sólo podían atender abogados del gobierno, componían el tribiunal los jueces más pro gubernamentales, e incluso lo albergaba la rama ejecutiva. Tal y como se planeó, durante 30 años el tribunal prácticamente nunca dijo no al gobierno.

De forma idéntica, instalaron repetidamente como jefes del comité a los más serviles y leales devotos del Estado de Seguridad Nacional, actualmente en forma cheerleaders de la NSA: la demócrata Dianne Feinstein en el Senado y el republicano Mike Rogers en el Congreso. Como dijo Ryan Lizza en New Yorker en diciembre de 2013 sobre la broma de la supervisión ejercida por el Congreso: “más a menudo tratan… a los altos funcionarios de inteligencia como ídolos de matiné.”

Como resultado, los comités, con la ostensible función de supervisores, han actuado más como RPs de la NSA en el Congreso. Las pregonadas reformas de los 70 sirvieron más para hacer creer a la gente que habia reformas que para ponerlas en marcha, protegiéndola así contra reformas reales.

Lo mismo pasó cuando el New York Times reveló en 2005 que Bush habia estado espiando a los estadounidenses durante años sin las ordenes requeidas por la ley criminal. La clase politica proclamó por todo lo alto que resolverían los problemas que llevaron al escándalo. En cambio, hicieron lo contrario: en 2008, un Congreso bipartito, con el apoyo del senador Obama, promulgo una nueva ley FISA que legalizaba el grueso del antes ilegal programa de Bush, permitiendo incluso la vigilancia sin orden judicial de cientos de millones de extranjeros nacionales y un gran número de estadounidenses.

Esta fue también la táctica usada con la crisis financiera de 2008. Los políticos leían diligentemente el guión que culpaba a Wall Street y sus excesos e indignados prometían tomar las riendas. Luego pormulgó una legislacion que dejaba a los banqueros casi totalmente indemnes, creando el problema “demasiado grande para caer” que agravó la crisis como nunca.

Y ahora tenemos el espectáculo del presidente Obama recitando peanes a los valores de la privacidad individual y la necesidad perentoria de cortapisas. “La libertad individual es el manantial del progreso humano”, soltó con una impresionante cara de poker. “De una cosa estoy seguro, este debate nos hará más fuertes,” pronunció, mientras sigue queriendo meter en prisión durante décadas a quien permitió el debate. La cuestion de fondo, dijo, es esta: “creo que necesitamos un nuevo abordaje.”

Pero esas bellas florituras retóricas del presidente Obama iban acompañadas de una serie de “reformas” claramente cosméticas. Por su diseño, esas propuestas solo conseguiran mantener los sistemas de vigilancia masiva que han desatado la polémica y la indignación internacional.

Algunos decían que Obama tenía que haber
puesto más banderas detrás. Y más prominentes

Por supuesto , hay varias propuestas de Obama que son pasos positivos. Un defensor público en el tribunal FISA, relajacion del “secreto de sumario” para las cartas de seguridad nacional, quitar a la NSA el control de los metadatos, estándares más estrictos para acceder a los metadatos y autorizaciones mas restrictivas para espiar a los lideres de paises aliados (pero no, por supuesto, sus poblaciones). Todo ello conseguirá exiguos beneficios. Pero incluso ahí, el discurso de Obama estuvo tan carente de detalles -¿cuales seran los nuevos estándares? ¿quién controlará los metadatos de los estadounidenses?- que parece más eslóganes que propuestas serias.

Al final, la esencia radical de la NSA -un sistema de espionaje sin-sospecha dirigido a cientos de millones de personas de Estados Unidos y el mundo entero- permanecerá en pie incluso si se adoptan todas las medidas de Obama. Y es así porque Obama nunca ocultó el propósito real de este proceso. Se trata, asi admitieron él y sus funcionarios, de “restaurar la confianza del público” en la NSA. En otras palabras, el objetivo no es realmente reformar la agencia, es hacer creer a la gente que se ha hecho para que dejen de temerla o cabrearse con ella.

Como dijo el director ejecutivo de la ACLU Anthony Romero despues del discurso de Obama: “El presidente debe detener -no arreglar- la interceptación y retención de datos de estadounidenses cumplidores con la ley. Cuando el gobierno recoge y almacena los datos de las llamadas de cada estadounidense, esta incurriendo en un ejemplo de libro de “pesquisa arbitraria” que viola la constitución.

Ese ha sido, en general, el papel principal de Obama en nuestro sistema político desde hace tiempo, su principal valor definitorio para las facciones poderosas permanentes que manejan Washington. Obama embellece lo feo, ondea la bandera del cambio sobre la perpetuación sistemática del status quo, hace que los estadounidenses se sientan mejor con políticas que encuentran repelentes sin necesidad de cambiarlas de manera significativa. No es un agente del cambio sino un reconfortante envoltorio.

Como siempre, aquellos que quieran cambios genuinos no deben dirigirse a los políticos, y menos a Obama, esperando a que caiga un regalo. Obama fue forzado a dar este discurso por la creciente presión pública, con los gigantes tecnologicos cada vez más asustados y una resistencia sorprendentemente fuerte de la comunidad internacional a la vigilancia fuera de control del gobierno estadounidense.

El discurso de hoy debe ser visto como un primer paso, no el último, en la restauración de la privacidad. Las causas que llevaron a Obama a dar este discurso deben ser, y serán, alimentadas hasta que el gobierno de Washington tenga claro que, a estas alturas, las acciones cosméticas son claramente inadecuadas.

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